El pasado jueves
visitaba estas inhóspitas tierras, el hidalgo D. Iñigo de la Serna, Ministro de
Fomento y cristiano viejo a juzgar por el linaje de sus apellidos. Como
caballero andante forjado en mil una batallas de gestos y palabrería, no temía
enfrentarse a los molinos que pudiera encontrar por las tierras de Alconétar. Con
el formato, el Gobernador de la Ínsula extremeña le allanó y facilitó el
camino.
Don Íñigo escuchó las
quejas y propuestas enfundado en su armadura de impertérrito caballero y con
maestría sobrada, fabricó una faena de aliño más propia del Curro de sus tardes
gloriosas, que del atormentado Alonso Quijano.
Lo mejor del sainete
fue ver al que fuera antes Gobernador extremeño, temido verso suelto y barón
rojo según cantaban las coplas de entonces, cómo ejercía de fiel Sancho a Don Íñigo,
manejando las telas, sorteando el envite directo y acallando al tendido.
¡¡Pueblo de la Ínsula
extremeña!! Si queremos tren de verdad, menos teatro, más compromiso y
movilización
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