Tras las elecciones del 24 de mayo, en todo el Estado se trata de configuar gobiernos municipales y autonómicos lo más estables posibles e ideologicamente más identificados con la mayoría del voto ciudadano. En el caso de la configuración tanto de la Asamblea, como de la Presidencia de la Junta de Extremadura y su Gobierno, al tratarse también de la segunda legislatura consecutiva en la que ningun partido tene asegurada mayoría absoluta, será necesario configurar una estrategia de diálogo y acuerdos en el ambito político que faciliten la gobernabilidad y que a la vez no solapen el imprescindible, diría yo, dialogo y concertación social.
Reproduzco a continuación el artículo que al respecto me publico el 17.06.2015 el Diario HOY.
PACTOS POLÍTICOS Y CONCERTACIÓN
SOCIAL, CHURRAS Y MERINAS
Julián Carretero Castro. Secretario
General de CCOO.
El diálogo político y el diálogo social son dos conceptos
políticos positivos. Pero no siempre tienen que entremezclarse o ir de la mano,
debiendo distinguir los ámbitos de actuación de cada cual, los agentes
implicados y los objetivos específicos.
El acuerdo político responde a la aproximación estratégica y
programática entre partidos. Con el pacto busca la estabilidad para la acción de
gobierno y legislativa necesaria para la
misma. La práctica del diálogo político debiera ser deseable y habitual
en cualquier caso, haciéndose imprescindible si no hay mayoría absoluta, como sucede
en Extremadura en la legislatura que se
inicia, ocurriendo también en la recién finalizada.
Concierne a los partidos ejercer la pedagogía precisa acerca
de los distintos pactos. Si éstos se han producido o no. Qué objetivo buscan:
investidura, legislatura, gobierno o puntuales y concretos. Y qué compromisos y
contenidos encierran. Esto me parece más significativo para la regeneración y
participación en la vida política, que el striptease con parafernalia mediática de la negociación,
pues además de derivas a meras poses estéticas, entraña connotaciones negativas
de desconfianza e impropias de organizaciones con profundas convicciones y
buena salud democrática.
De poco nos sirve a la ciudadanía tanta conversación
televisada a modo de “gran hermano”, si al final no nos enteramos si hubo acuerdo
o no, cual fue su verdadero contenido o los límites que lo impidieron en tal
caso. Digo esto, quizás por aquello del “gato escaldado”: ha terminado la
legislatura 2011-2015, ha pasado el 24M con el resultado electoral conocido y
aún no he conseguido enterarme si entonces, el famoso decálogo de la llave fue
un pacto de investidura o de legislativa, si en algunos casos también lo fue para
ciertos ámbitos de gobierno e influencia o no, o si las tan traídas y llevadas
abstenciones fueron activas o pasivas. En fin, un lio. De ahí la necesidad de
pedagogía y criterio democrático.
Fuera lo que fuera
aquello, tengo claro que ejerció de
impedimento clave para desarrollar un clima de concertación social
trascendental en aquellos momentos tan delicados para las personas y las condiciones
sociolaborales y económicas de la región.
El diálogo social es el mecanismo del que se dotan los
llamados estados sociales modernos para establecer
niveles adecuados de paz social, al tiempo de procurar equilibrar el conflicto
imperante entre capital y trabajo. Amparado por la Constitución Española y por
nuestro Estatuto de Autonomía, tiene dos ámbitos bien diferenciados: el
bipartito, entre agentes económicos y sociales (negociación colectiva
básicamente) y el tripartito, con la incorporación del correspondiente gobierno,
para tratar de incidir en la planificación y desarrollo de las políticas
públicas, con especial relevancia en las de carácter económico y social.
En estos días en que sin duda el protagonismo lo debe tener
el diálogo político tanto en la configuración de la Asamblea, la investidura
del Presidente de la Junta y el consiguiente Consejo de Gobierno, se hace
necesario no mezclar “churras y merinas”. Y lo más importante, tener muy en
cuenta que el pacto (o el no pacto) político, por muy legítimo que sea no debe
solapar al pacto social. Ambos espacios de concertación deben ser
complementarios e igualmente impulsados desde el nuevo gobierno, porque de su
intensificación junto al compromiso de las partes depende en gran medida el
presente y futuro de Extremadura.
La disminución del peso específico de los salarios en el PIB
regional, situándose actualmente más de dos puntos por debajo de los beneficios
empresariales, un nivel de pobreza del 33%, una tasa de paro por encima del 30%
con más de 42.000 personas que llevan más de dos años buscando empleo y una
tasa de cobertura por debajo del 65%, con caída de doce puntos en los últimos
cuatro años, hace que rescatar a las personas en grave riesgo de
exclusión se convierta en el objetivo prioritario para la concertación
social.
En paralelo a esta prioridad debe platearse un trabajo de
rediseño del “Pacto Social y Político de Reformas” rubricado en 2010,
acompañado de una verdadera estrategia fiscal, que junto a la financiación
autonómica y un redimensionamiento de los Fondos Europeos y de la
Estrategia Industrial permitan en los próximos años, recuperar
servicios públicos esenciales y un desarrollo económico y del empleo suficientes
para afrontar con ciertas garantías el sostenimiento de la factura social que Extremadura
requiere.
La ineficacia de las políticas practicadas en estos últimos
años, nos deja un considerable endeudamiento público (19% PIB), un tejido
productivo laminado y la necesidad de un cuantioso ajuste adicional por incumplir
el límite del déficit y sobredimensionar
los ingresos presupuestarios que no puede ser óbice para el rescate social.
Ello debe abrir otro frente de trabajo, con amplio respaldo social y político,
para exigir al Gobierno de España un potente ejercicio de solidaridad tanto en
las políticas públicas como en las estrategias de desarrollo, para lejos de
reducir o paralizar inversiones vía Presupuestos del Estado, se incrementes
hasta alcanzar, al menos, la media del cuatrienio 2007/2011 donde se situaron entorno de los 900 millones/años.
Cuándo de nada sirve rezar ni llamar caminos a los surcos del
azar, como un día apuntó el poeta, deben ser la inteligencia colectiva, un
fuerte compromiso político y social y la lealtad democrática quienes orienten
diálogo y concertación para definitivamente dejar atrás aquella senda que ojala
nunca volvamos a pisar.