Mañana se conmemora el 38º aniversario de la Constitución
Española. Creo que debiera ser la celebración más significativa del calendario
festivo español. Representa el periodo democrático más próspero, social solidario
e igualitario de nuestra historia. El seis de diciembre es y debe seguir siendo
el símbolo inequívoco de la democracia española.
Pero nada nos alejaría más de nuestro Estado social, democrático
y de derecho que convertir la
Constitución en un inalterable dogma de fe. La adaptación a la realidad social,
económica y política actual debe ser su principal garantía de supervivencia futura
y seguir siendo el “santo y seña” de estos treinta y ocho años.
Por higiene democrática, mas progreso, cohesión social y territorial
es vital abordar una reforma constitucional en la presente legislatura. La
responsabilidad es de todos: ciudadanía, sociedad civil y partidos políticos.
Pero procuremos no cometer locuras y estupideces irreversibles. Ni inmovilismos
ni asaltos a cielos que solo habitan en nuestras lunas particulares.
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