En Extremadura somos de poco escarmentar. Será por aquello de
nuestro pasado destripando terrones en tierra ajena, hartándose de trabajar
para, a cambio de unas monedas y un plato de comida, llenar a manta llena la andorga
del señorito.
Y todo para ganar un campeonato de “no se qué del déficit” que
se quedó en agua de borrajas, porque en paralelo gastaban a manos llenas,
bastante más de lo que ingresábamos, hasta dejarnos tiritando con una abultada
deuda financiera y comercial.
Vamos que los señoritos de ahora han dejado a Extremadura
como aquellos de hace cincuenta años: tierra quemada y poco a poco sin gente.
¡Escarmentemos de una vez y mano sobre mano paremos a Montoro
y sus señoritos de papel!
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