miércoles, 18 de enero de 2017

¿QUÉ FUE DE LAS CAJAS DE AHORRO?



Este artículo me lo  publicó el diario HOY el 18 de enero de 2013. Repasándalo cuatro años despues y con la que ha caido desde entonces, me reafirmo aún más en su contenido y en la gran oportunidad perdida, a día de hoy, de disponer en España y en Extremadutra de una gran banca social, enfocada hacia la economía productiva, industrial, técnológica y el empleo de calidad, en vez de a la economía financiera y a la especulación pura y dura. Son ideas y reflexiones de sólo hace cuatro años que para algunos pudieran parecer de hace una eternidad y una antigualla ideológica y política. Para mí entonces traté de plantear el por qué de aquel afán de acabar con las Cajas de Ahorro hasta rapiñarlas absolutamente. Hoy, al releerlo, me explica las causas de ciertos derrumbes ideológicos, determinadas actitudes, el devenir de los acontecimientos y el pensar que el tiempo de las ideologías había finiquitado. Cuatro años despues les propongo su relectura, por si les apetece compartir aquellas reflexiones de entonces y las sujeridas hoy, que reitero, a mi modestamente, me aclaran y explican mucho de lo sucedido en el terreno ideologico, político, económico y financiero. Muchas gracias.

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¿QUÉ FUE DE LAS CAJAS DE AHORRO?
Julián Carretero Castro. Secretario General de CCOO Extremadura
-A día de hoy, pretender trasladar a la ciudadanía que una mera declaración de intenciones político partidarias hace posible devolver a las cajas extremeñas su carácter de banca social y su naturaleza jurídica perdida, no es una ingenuidad ni siquiera un acto de Poncio Pilatos, es un acto de cinismo político que raya la felonía-
Venimos asistiendo a los largo de los últimos años a uno de los mayores despropósitos en materia financiera de la historia de este país y por supuesto de esta región. La avaricia de las élites y de la banca privada y su pretensión, larvada durante años, de hincarle el diente a la porción de tarta del negocio financiero en manos de las cajas de ahorro afloró de repente y sin complejos. 
Escudándose en la crisis y con la complicidad del Banco de España, de los sucesivos gobiernos del PSOE y del PP y de Bruselas, han conseguido culminar una bancarización de las cajas con los famosos SIPs (Sistemas Institucionales de Protección), que ha dado al traste con un modelo centenario de banca social, muy inclusivo financieramente y que ha sido clave, desde los Pactos de la Moncloa para acá, para el proceso de modernización económica y productiva y consolidación democrática de nuestro país.
No debiera  solaparse esta bancarización con la mala gestión y otras prácticas, fraudulentas en algunos casos, despilfarradoras, sin control y deleznables a todas luces llevadas a cabo por ciertas cajas y sus responsables.
Pero la malla ya estaba tejida y lejos de buscar a los culpables, donde quiera que estuvieran, condenarlos si lo eran y encarcelarlos, interesó más utilizar este “anillo al dedo” perfecto para extender la idea de un sistema de cajas fraudulento, corrupto y haciendo aguas por todas partes, sin distinguir unas de otras y metiéndolas a todas en el mismo saco. Así resultaba más fácil redondear el negocio, encubriendo ante la sociedad la intención de acabar definitivamente con las cajas.
Que había que reestructurar y redimensionar el sector nadie lo ponía en duda, como tampoco que debía reducirse la excesiva representación política y de las entidades fundadoras en relación a impositores y trabajadores. Pero lo que no debió ser dogma de fe es que los SIPs tenían que ser forzosamente bancos, podían haberse convertido en “cajas de cajas”, como por cierto ya lo era la CECA (Confederación Española de Cajas de Ahorro), conservado así su preciado carácter social y naturaleza jurídica; pero lógicamente esto no interesaba, hasta apartar y denostar a quienes permanecimos defendiendo esta alternativa. Algunos acompañantes con importante poder de decisión desde los gobiernos de las CCAA, en los dos grandes partidos, pronto sucumbieron a la presión de los grandes grupos financieros y a la disciplina partidaria.
En Extremadura esta soledad se hizo más patente porque se cambió la respuesta en medio de la pregunta, se “mareó la perdiz” con la fusión de las dos cajas y se deshojó la margarita en varias ocasiones.
En cuestión de días la fusión paso de ser la solución a ser el problema y uno se quedó casi como único exponente de este modelo, poniendo énfasis en la fatalidad que supondría perder la naturaleza jurídica, el carácter social y la extremeñidad de las cajas y pronosticando el camino por el que iban a discurrir los acontecimientos y que ha desembocado desgraciadamente en la situación en la que hoy se encuentran, lo que queda de Caja Badajoz y Caja Extremadura.
Más allá de las graves incertidumbres que ahora pesan sobre el futuro de las plantillas de ambas cajas, ya sometidas con anterioridad a una primera reestructuración con un fuerte impacto laboral, se acabó la inclusión financiera, la contribución al microcrédito, sobre todo en el ámbito rural, sostenedor de un entramado familiar de negocio imprescindible para generar riqueza, empleo y fijación de la población.
Se acabó la posibilidad de seguir ampliando y diversificando esa importante red social y de infraestructuras que las cajas, a lo largo de estos últimos treinta años, han construido en nuestras ciudades y pueblos: centros para atender la discapacidad, residencias de mayores, escuelas infantiles, casas culturales, bibliotecas, centros recreativos y deportivos, fundaciones, asociaciones. Se acabó la contribución a los programas sociales, culturales, para el empleo, de difusión turística, etc.
En definitiva, se ha acabado con una forma de negocio bancario con capacidad de redistribuir el dividendo a la sociedad y se ha acabado con una herramienta financiera que, con todos sus defectos, contaba con instrumentos de control y gobierno democráticos en un ámbito donde la opacidad y el puro beneficio, para directivos y accionistas, son las señas de identidad en la toma de decisiones.
Quienes en mayor o menor medida, por acción u omisión, hemos contribuido a este deterioro, no deberemos extrañarnos de ser señalados por la sociedad como responsables y en algunos casos también como culpables. Una vez más la ciudadanía colectivamente hemos sido engañada y obtusos de nosotros, a los timadores y sus cómplices necesarios aún les seguimos justificando y hasta jaleando.
No estaría mal que aquella caja de ahorro que todavía quede en pie, si la hay, sirviera de semilla para de nuevo intentar reconstruir un entramado financiero y social que, debidamente armado, nos ayudara a encarar el difícil  futuro.
Pero bueno, para muchos esto será pura política ficción, como seguramente también lo es pretender que, con los bancos y cajas nacionalizadas saneados con los impuestos de todos los españoles, se ponga en marcha una auténtica banca pública estatal, capaz de retener el empleo del sector y hacer fluir la verdadera sangre que necesita nuestro tejido productivo para transformarse y salir de la crisis: crédito.


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