El Estado de la
región, ¿soluciones o más decepciones?
Julián Carretero Castro. Secretario General de CCOO
Extremadura
La
política es ideología y el estado de bienestar es una forma de contrato social
que nos proporciona paz social, cohesión, equidad, igualdad y progreso. Tenemos
un grave problema y una perversión en
los entresijos de las reglas del juego democrático cuando esto se olvida y se suplanta
con el único fin de mantener la influencia, el poder de unos pocos sobre otros
muchos y la referencia individual y caciquil como método de la acción política.
Desprenderse
de los elementos básicos, colectivamente aceptados, que han venido
contribuyendo de manera muy efectiva a evitar la fractura social, sería un
error de incalculables consecuencias para la convivencia en el futuro, para la generación
de riqueza y para su justa distribución.
En
cualquier responsabilidad de gobierno de las cosas, cuando ésta se lleva
ejerciendo durante dos años, uno debe ser reo de sí mismo en exclusiva, de todo
lo que entraña precisamente esa responsabilidad, en las acciones y en las
omisiones, en los aciertos y errores, así como en la determinación de la
capacidad o incapacidad a la hora de desarrollarla.
En
política, esto debería ser aún mucho más concluyente a la hora de ser evaluado,
pues el contrato firmado con la ciudadanía en las urnas y expresado
parlamentariamente en la investidura es sagrado. También tendría que ser un
principio rector de la democracia parlamentaria muy valorado por los ciudadanos
y consiguientemente de alta consideración y celo para quienes se someten a su
veredicto, personas y partidos. Se elige para gobernar una situación colectiva
durante un periodo concreto, de cuatro años en este caso; no para rememorar
constantemente el pasado ni para un aprendizaje, a modo de preparatorio
constante, sobre el siempre por venir e incierto futuro.
Concernidos
por estas premisas debieran estar todos, incluso quienes conformamos la
sociedad civil. Por supuesto el gobierno y la oposición sea del signo que sea,
aspire a gobernar o no, o sólo a condicionar la acción de gobierno, a ser
alternativa, a todas estas cosas o a ninguna. Ante una ley o decisión concreta,
un voto afirmativo, negativo o abstencionista es determinante para que el resultado
afecte en una dirección u otra. Nadie debe escabullirse o intentar sortear la
evaluación. Cada uno de los votos y los grupos que los sustentan y emiten tienen
el mismo valor de responsabilidad a la hora de la evaluación, con independencia
de su resultado en la configuración de las mayorías necesarias, pues esos votos
han sido conscientes, voluntarios y comprometidos en función de los intereses
con los que se han configurado y previamente presentados a la sociedad.
La
ciudadanía no debemos ser tolerante con las actitudes de quienes sirviéndose
del juego democrático, desarrollan una acción de gobierno como una constante
secuencia de escenas, configuradoras de un circo mediático en clave de película
de política-ficción. De la misma manera deben considerarse aquellas otras, que
moviéndose desde la oposición en el terreno de la alternativa y la propuesta,
ignoran que a veces la falta de credibilidad viene dada por no considerar que
la coherencia es un valor insustituible en el antes y en el ahora y por no
interiorizar aún que cualquier tiempo pasado también pudo ser peor. Igualmente
rechazable es la actitud de quienes hacen del “ponerse de perfil” todo un
manual táctico, como estrategia del ser o parecer sujeto político.
Si a día
de hoy, como electores en las autonómicas de hace dos años, nos pidieran desde
el Parlamento extremeño un balance sobre las cinco cuestiones que más nos
preocupan e influyen en nuestra vida ciudadana y con ello poder configurar el
debate sobre el estado de la región, inequívocamente y aún siempre con algunas
desviaciones lógicas de una sociedad muy plural, habría una amplísima
coincidencia sobre las inquietudes y sobre el calificativo global del estado
actual de Extremadura.
Seguro
que nefasto, incierto, preocupante, empobrecido, etc., serían alguno de estos
calificativos; figurando el paro, la sanidad, la educación, la falta de
expectativas, la atención a las personas dependientes, etc., probablemente como
aquellas cuestiones más repetidas. Si esto fuera así, sus señorías lo deberían
tener fácil, sobre todo desde los resortes del Gobierno. Cuatro o cinco ejes
centrales de preocupación, análisis exhaustivos y rigurosos para delimitar y
acordar entre todos propuestas concretas en base a las demandas y realidades
ciudadanas.
A mí, además,
me gustaría ponérselo más fácil aún a sus señorías. Y de las cinco grandes
preocupaciones me centraría en una: el
paro desde la perspectiva de la recuperación de la ocupación.
En estos
dos años, como consecuencia de una nula e inexistente política de
acompañamiento al tejido productivo y empresarial existente y sin objetivos de
políticas sectoriales y de inversión, se han destruido 44.600 empleos en la
región, 36.400 asalariados, casi 10.000 fijos, y 8.200 por cuenta propia entre
los que figuran desde autónomos dependientes hasta empresarios pequeños y
medianos.
Hablando
socioeconómicamente pues, Extremadura está en un estado calamitoso, en su doble
acepción. Por un lado, por el destrozo del mercado de trabajo, consecuencia
fundamentalmente de la caída experimentada en la ocupación durante toda la
crisis, pero muy especialmente en los dos últimos años. Por el otro lado,
Extremadura está triste, inmersa en un desasosiego y en una incertidumbre,
consecuencia de la incapacidad del aparato de gobierno de la Comunidad para
generar una acción política concertada que propicie certidumbres y esperanza.
Extremadura
entera, los próximos 11 y 12 de junio, tendrá fijos los ojos y el corazón en la
Asamblea, en eso que llaman el Debate del Estado de la Región. Será la
Extremadura de todos los colores y necesidades, la que emprende con su trabajo
e iniciativa diaria, la que resiste a pesar del paro y la falta de protección,
la de los jóvenes y la de los mayores, la de las mujeres y la de los hombres.
No
decepcionéis a esta Extremadura recia y comprometida, aunque a veces también un
poco pasota. Cosas sencillas, para comer, para trabajar, para educar y sanar a
la población de manera igualitaria, para proteger a las personas, para disponer
de ilusión y de futuro, para creer en la política… Y por favor, no os saquéis
“conejos de la chistera”, de última hora, que aquellos tiempos en los que estos
debates aguantaban una legislatura entera con una refinería, un aeropuerto o
una nueva autovía, ya nunca volverán.
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