La renuncia del Rey Juan Carlos, tras 39 años de reinado, copa
hoy todos los espacios informativos. Que el hecho de renunciar a la corona es
un acto voluntario, no hay duda; pero políticamente estamos ante una abdicación,
más por necesidad que por voluntad, como así pone de manifiesto el paulatino
deterioro, tanto de la corona como de la propia figura real.
Por ello nos quedaríamos cortos si fuéramos sólo a un proceso
de sucesión. España necesita una reforma constitucional ambiciosa para
enfrentar los nuevos retos políticos, sociales y económicos, que no despiste al
gobierno, instituciones y organizaciones políticas, sociales y económicas de su
principal responsabilidad: salir de la crisis, activar la economía, generar
empleo y atender a las personas que peor lo están pasando.
Una profunda reforma de la Constitución y del modelo de Estado,
que trascienda el mero reajuste en la Jefatura del Estado, que se someta a la
opinión ciudadana y que articule una nueva arquitectura institucional para
garantizar mejor democracia, más igualdad y libertad y mayor cohesión social y
territorial.
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