La muerte de Adolfo Suarez ha venido a recordarnos las
dificultades que hubo que afrontar hace treinta y ocho años, cuando se inicia
la transición de la dictadura a la democracia. Más allá de todas esos elogios que
se ponen de manifiesto cuando uno muere, Suarez fue un gran profesional de la
política y un gran servidor del Estado que supo apreciar entonces, que los
deseos del pueblo español y sus problemas estaban en otra dimensión, opuesta a
los de la clase política franquista y a los de las élites económicas y
religiosas del momento.
Ojalá que muchos de los que se dan “golpes de pecho”, recordando la figura del Presidente Suarez, sintiéndose y auto ensalzándose, poco menos, como herederos
de su legado, tuvieran la sensibilidad, la intuición, arrojo y valentía
política de aquel, para interpretar lo que hoy aflora del pueblo español en términos democráticos, socioeconómicos y
políticos.
Si así fuera, serían más que sensibles a la dignidad del
pueblo español expresada multitudinariamente este sábado en las calles de
Madrid.
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